No se confunda, amigo lector. El pelucón no es ese artilugio que llevamos en la muñeca (al cual, por cierto, dedicaremos capítulo aparte).
No.
Está sobre el cráneo. Mejor dicho, sobre el cráneo de unos pocos afortunados, entre los cuales, gracias a Dios, aun me incluyo.
Nadie duda que la fuerza de un hombre radica en su pelucón. Notorios estudios, ya desde la antigüedad, han ido desgranando las claves del poder masculino y su virilidad, siendo el pelucón el principal activo que un hombre debe intentar conservar.
Quizá Sansón fue uno de los primeros en percatarse de lo que supone perder su pelucón. Consecuencias: adiós a la mujer, adiós a la familia, adiós al trabajo y, lo que es peor, bienvenido a una interminable racha de mala suerte.
Debo acercarme de nuevo a la literatura de Fernando Pinillo Sábado, cómo no, y citar su gran obra maestra, "CÓMO CUIDAR EL PELUCÓN", Editorial El arqueo de la ceja, octogésima edición, tomo XIV, página 1.939, donde indica, en lírica fascinante, lo siguiente:
"Hay gente que se baña,
mucha gente, gente mucha.
Pero aun hay gente en España,
que se hace el pelo en la ducha".
Uf... Pinillo Sábado vuelve a ser magnífico en sus revelaciones. Pero continúa siendo inescrutable para muchos. ¿Qué quiere decir con esta estrofa, continente de versos de semejante belleza? ¿Adónde pretende llegar?
Debemos profundizar, ir más allá. Mirar por dentro...
Analicemos, mi buen amigo lector, el proceso del aseo personal, donde, necesariamente, debe incardinarse el lavado del pelucón.
Veamos. A bote pronto, primero, Vd se ducha y luego se lava el pelo, aun en la ducha, para finalizar enjugándose, secándose con la toalla, etc, etc.
¿Lo hace Vd. así, amigo lector? ¿Sí?
LOCO.
Vd. no ha entendido a Pinillo. Siga así y ya puede ir comprándose una gorra Hilfiger. Vd. es un fracasado.
Amigo, si no quiere ir a la deriva alopécica, recuerde esta máxima:
El pelucón requiere cuidados. Cuidados especiales.
Nada de hacerse el pelo en la ducha. El pelucón, en el lavabo. Después de ducharse. Sí, sí. Y con agua fría. Siempre. Las aguas cálidas reblandecen en exceso el folículo piloso. Y un folículo piloso reblandecido tiene las horas contadas hasta su cicatrización. Y un folículo piloso cicatrizado NO EXISTE. Simplemente es piel. Justo lo que Vd. no quiere para su cabeza.
Apreciado lector, desconozco el tamaño de su cráneo. Pero si se acerca al de Luis Bebellos, también conocido como Farinelli, cuya sobredimensionada masa encefálica produce importantes efectos gravitatorios en los cuerpos que le rodean, desde una simple silla, cercana, al más lejano de los cometas, plantéese, sólo plantéese, el lamentable efecto estético que supone ese visionado, en ayunas, desprovisto de cabello, ante el espejo, sin saber qué superficie refleja más, el espejo o su liso cabezón.
¿Convencido? ¿Aun no?
Espere y verá.
No.
Está sobre el cráneo. Mejor dicho, sobre el cráneo de unos pocos afortunados, entre los cuales, gracias a Dios, aun me incluyo.
Nadie duda que la fuerza de un hombre radica en su pelucón. Notorios estudios, ya desde la antigüedad, han ido desgranando las claves del poder masculino y su virilidad, siendo el pelucón el principal activo que un hombre debe intentar conservar.
Quizá Sansón fue uno de los primeros en percatarse de lo que supone perder su pelucón. Consecuencias: adiós a la mujer, adiós a la familia, adiós al trabajo y, lo que es peor, bienvenido a una interminable racha de mala suerte.
Debo acercarme de nuevo a la literatura de Fernando Pinillo Sábado, cómo no, y citar su gran obra maestra, "CÓMO CUIDAR EL PELUCÓN", Editorial El arqueo de la ceja, octogésima edición, tomo XIV, página 1.939, donde indica, en lírica fascinante, lo siguiente:
"Hay gente que se baña,
mucha gente, gente mucha.
Pero aun hay gente en España,
que se hace el pelo en la ducha".
Uf... Pinillo Sábado vuelve a ser magnífico en sus revelaciones. Pero continúa siendo inescrutable para muchos. ¿Qué quiere decir con esta estrofa, continente de versos de semejante belleza? ¿Adónde pretende llegar?
Debemos profundizar, ir más allá. Mirar por dentro...
Analicemos, mi buen amigo lector, el proceso del aseo personal, donde, necesariamente, debe incardinarse el lavado del pelucón.
Veamos. A bote pronto, primero, Vd se ducha y luego se lava el pelo, aun en la ducha, para finalizar enjugándose, secándose con la toalla, etc, etc.
¿Lo hace Vd. así, amigo lector? ¿Sí?
LOCO.
Vd. no ha entendido a Pinillo. Siga así y ya puede ir comprándose una gorra Hilfiger. Vd. es un fracasado.
Amigo, si no quiere ir a la deriva alopécica, recuerde esta máxima:
El pelucón requiere cuidados. Cuidados especiales.
Nada de hacerse el pelo en la ducha. El pelucón, en el lavabo. Después de ducharse. Sí, sí. Y con agua fría. Siempre. Las aguas cálidas reblandecen en exceso el folículo piloso. Y un folículo piloso reblandecido tiene las horas contadas hasta su cicatrización. Y un folículo piloso cicatrizado NO EXISTE. Simplemente es piel. Justo lo que Vd. no quiere para su cabeza.
Apreciado lector, desconozco el tamaño de su cráneo. Pero si se acerca al de Luis Bebellos, también conocido como Farinelli, cuya sobredimensionada masa encefálica produce importantes efectos gravitatorios en los cuerpos que le rodean, desde una simple silla, cercana, al más lejano de los cometas, plantéese, sólo plantéese, el lamentable efecto estético que supone ese visionado, en ayunas, desprovisto de cabello, ante el espejo, sin saber qué superficie refleja más, el espejo o su liso cabezón.
¿Convencido? ¿Aun no?
Espere y verá.
1 comentario:
Estimado amigo laguna, solo puedo decir:"soberbio",en especial la mencion al inefable Fernando Pinillo(dios mio que gran tema se compuso para glosar su figura¡),y como no al "faro" que a todos nos guia:Luis Bebellos.
Lo dicho soberbio.
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